Farid Rueda, es un artista urbano mexicano que ha trascendido fronteras y ha logrado plasmar su obra en muros de todo el mundo. Su trabajo se caracteriza por electrizantes colores y formas sobre animales endémicos de cada lugar que visita.

Su estilo un tanto psicodélico lo han llamado «Caleidoscopio», sin embargo sus referencias vienen de la cultura mexicana heredada de los pueblos indígenas que aún siguen habitando el país y produciendo obras.
De hijos campesinos Farid Rueda nació en Morelos por lo que creció cerca de la naturaleza y mucho de su orgullo mexicano también viene de este lugar. Sin embargo a los nueve años, su familia se mudó a Xochimilco, Ciudad de México, hecho que lo acercó aún más al arte.
Aunque Farid ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas ENAP, eligió otro camino para seguir haciendo su pasión, lo que le permitió seguir como un autodidáctica, descubriendo y experimentando por él mismo.

Sin embargo antes de dejar la escuela hizo amistad con otro reconocido artista urbano, Seher One, que así como Farid, comenzaba su carrera en el arte y quien le alentó a no dejar de ser artista urbano.

Asimismo la teoría en la Universidad le permitió acercarse a la obra de reconocidos artistas clásicos europeos como Rembrandt, Picasso o Klimt. Ademas diversificó su técnica incluyendo el óleo acrílica, el dibujo, las acuarelas y los grabados. Lo que le permitió crear un estilo propio.

No obstante, confesó en una entrevista para La Silla Rota que la calle fue su mejor escuela “Lo bueno de la calle, que puedes aprender de los demás a diferencia de un artista de caballete que todo el tiempo está solo y sólo puede tener referencias de libros. Los otros grafiteros, los otros artistas fueron mis maestros sin que ellos quisieran”.
Aunque se pensaría lo contrario, el arte urbano le permitió ser más disciplinado: ya que “no puedes dejar un muro sin terminar por muchos factores, pueden llegar y rayarlo y principalmente no puedes dejar una obra que todo mundo vea que no está terminada, me daba mal sabor de boca”.

Su trabajo y su arte lo han llevado a países como Portugal, Rusia, Alemania, Italia, Eslovenia, Colombia, Costa Rica, sólo por mencionar algunos y próximamente Dubái.

También se dijo afortunado ya que que convertirse en muralista fue algo que simplemente fluyó ya que piensa que en este momento la sociedad comenzó ver el grafiti como arte y no como actos vandálicos. “No tuve nunca que hacer nada ilegal, no tuve realmente problemas». Inclusive cuando pintaba en la calle la gente se acercaba para invitarlo a pintar sobre muros de sus casas, haciendo su obra libremente.
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