Quetzalcoatl y Tezcatlipoca fueron las deidades mexicas responsables de la creación del mundo como lo conocemos para que fuera habitable por lo humanos. Estos dos hermanos, hijos de las deidades omnipresentes Ometeotl y Omecíhuatl que crearon el universo, les heredaron a sus hijos ser poseedores de la dualidad sagrada ya que cada uno representaba la vida, la luz, la bondad y el orden, mientras que el otro la muerte, oscuridad, maldad y destrucción.
La misión de los guerreros era continuar el legado de sus padres y poner orden sobre el caos que reinaba en la tierra para que surgiera la vida y fuera el lugar donde surgiría el nuevo hombre, después de varios intentos fallidos de los demás dioses para crearlo.
Esto lo lograrían al someter a la antigua deidad de Tlaltecuhtli, señora de la tierra, que reinaba con un apetito voraz de carne fresca que satisfacía con todo lo que entraba en sus fauces llenas de filosos dientes que también tenía en hombros, rodillas y otras articulaciones.
Esta deidad se combinaba con otro monstruo, el gran caimán Cipactli, un enorme lagarto que habitaba en el océano primigenio, hambriento y sanguinario que devoraba todo con su cuerpo lleno de bocas.
Es así como los gemelos guerreros bajan a la tierra con un plan, Tezcatlipoca se cortaría el pie para aventarlo al agua y el lagarto atraído por la sangre emergería para que pudieran combatirlo.
Cuando Cipactli salió a la superficie los hermanos atraparon al monstruo extendiendo su cuerpo con el de Tlaltecutli para dar forma a la tierra. Sus ojos se convirtieron en lagunas y estanques; sus fosas nasales en las cuevas. El cabello rizado de la diosa se convirtió en árboles, flores y hierbas; su piel, en los prados; mientras que de la espalda del cocodrilo se formaron las montañas.
El Cielo se creó con nueve partes de la cabeza de la bestia a las cuales llamaron Chicnauhtopa, «los nueve que están sobre nosotros». En el Inframundo, quedaron otras nueve partes, a las que denominaron Chicnauhmictlan, «los nueve mundos de los muertos», creados por la cola del cocodrilo sagrado.
Asimismo con sus extremidades Quetzalcóatl y Tezcatlipoca crearon los cuatro puntos cardinales, custodiado cada uno por un Titán tlaloque, para que cielo y tierra jamás vuelvan a unirse. Ambas zonas se encontraban separadas por un tronco de árbol y el espacio de en medio habitaron los seres humanos, conocido como el Tlalticpac, rodeada del agua divina, Atéotl, en la mitad del cuerpo del Señor de la Tierra.
Este fue un día tan importante para la cosmovisión mexica, inclusive al primer día del calendario lo nombraron Ce-Cipactli (uno lagarto). Además la primer pareja de humanos, Oxomóco y Cipactónal, inventaron la medición del tiempo y crearon el calendario en honor a Cipactli, a petición de Quetzalcóatl, que sería el primer mes de los veinte que lo conformaban, y llevaría el nombre del legendario lagarto.
La leyenda dice que se podía escuchar el grito del monstruo en las noches sediento de sangre y corazones el cual solo podía ser calmado por medio de los sacrificios ofreciendo la carne y la sangre para calmar a a Tlaltecuhtli y que de esta manera siguiera dando los frutos necesarios para que la vida humana continuara, ya que las otras deidades decidieron que para compensar a la tierra todas las plantas que necesitará el hombre para vivir crecerían de ella.
De esta manera una vez cumplida la misión, las deidades se congregaron en Teotihuacan para decidir cómo crear a la nueva humanidad.
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