Los hallazgos de los monolitos de la Coatlicue y la Piedra del Sol que sucedieron en la Nueva España, en 1790, fueron también factores que contribuyeron a incitar entre la población la lucha por la libertad y la Independencia, a la par que se generó el interés por rescatar nuestro pasado prehispánico.
“Fue un pequeño llamado de rebeldía” para reclamar su derecho de libertad a reconocer sus orígenes y venerar a sus antiguos dioses, como forma de rebeldía ante la opresión española, sostuvo el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
El primero de este par de hallazgos arqueológicos suscitados durante la Colonia, explicó, se dio con los trabajos de excavación para crear el drenaje de la Nueva España.
El 13 de agosto de 1790 se encontró la Cuatlicue cerca de lo que ahora es la plancha del Zócalo —entre el Palacio Nacional y el edificio del Gobierno del Distrito Federal—, y cuatro meses después, se dio el segundo descubrimiento, el de la Piedra del Sol o Calendario Azteca, el 17 de diciembre.
Al mismo tiempo que se daban estos hallazgos aquí, refirió Matos Moctezuma, España era atacada por sus enemigos europeos: Holanda, Inglaterra y Francia, y los filósofos de esa época agredían al país ibérico demeritando su conquista en América, al decir que ésta no tenía ningún valor ya que había invadido a pueblos bárbaros sin ningún desarrollo.
“Pero cuando aparece la Piedra del Sol, los españoles ven que esta escultura es un círculo perfecto, que tiene grabados los días, que era un almanaque de los indios.
Entonces, este monolito fue una demostración de que no pelearon contra bárbaros, sino que era un pueblo desarrollado que ya tenía noción del tiempo, por lo cual sus victorias sí tenían gran valor”, explicó el investigador emérito del INAH.
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En este mismo sentido, comentó que el virrey de la Nueva España, Revillagigedo, en un afán por justificar sus meritos, ordenó que la Piedra del Sol fuera empotrada en la torre poniente de la Catedral Metropolitana, sitio donde permaneció por casi cien años hasta finales del siglo XIX.
Matos Moctezuma señaló que a diferencia del reconocimiento que los españoles hicieron del Calendario Azteca, con la Coatlicue no sucedió lo mismo, “porque no le veían ni pies ni cabeza, y en efecto, no tiene ni pies ni cabeza, está decapitada, y las dos serpientes que emergen en forma de chorros de sangre dan una especie de cara, pero no es el rostro de la diosa”.
Resaltó que debido a que la Coatlicue no fue reconocida por la Corona, la trasladaron al patio de la Real y Pontificia Universidad de México. Sin embargo, con esta escultura pasó algo curioso y que vislumbraba la lucha por la autonomía.
“La gente comenzó a venerar a esta piedra prehispánica, por la tarde iba a la Universidad con sirios, veladoras y demás ofrendas, y se postraba frente a la figura, lo que además de dar muestra de ese interés por el pasado, era un signo de las primeras inquietudes independentistas”, indicó.
Pero los frailes al percatarse de que esta pieza prehispánica tenía cada vez más admiración, tomaron medidas contundentes para que no se reprodujera y se esparciera el júbilo de idolatría por la Coatlicue: ordenaron que se enterrara en el patio de la Universidad a principios del siglo XIX.
Es a partir de estos hallazgos arqueológicos, concluyó Matos Moctezuma, que lo prehispánico cobró fuerza, y en 1821, ya en el México Independiente, el emperador de México, Agustín de Iturbide, mandó a desenterrar a la diosa azteca.
Vía: Inah
¿Qué es la Coatlicue?
El nombre de Coatlicue se traduce como “La de la falda de serpientes”, el nombre viene del nahuatl “coatl” que significa “serpiente” y “cueitl” que significa “falda”.
Es una deidad de la Tierra y de la Fertilidad que además de ser una madre bondadosa de cuyo seno nace todo lo vegetal, es el monstruo insaciable que devora todo lo que vive.
Muchas veces es también llamada simplemente Cihuacoatl, “mujer serpiente” y se muestra como una mujer con falda de serpientes y con el cráneo descarnado, esto puede ser un símbolo de degradación y renovación, algo necesario en la tierra para que pueda ser fértil.
Otras veces se le llama Coatlicue Tonatzin, por ser la madre de donde todo proviene. También es un claro ejemplo de la dualidad en la cual la cosmología prehispánica se basaba, la estrecha relación vida y muerte, dos caras del mismo concepto.
Antiguamente, la serpiente era el símbolo animal que representaba a la tierra, se creía que las serpientes conocían los secretos de la tierra ya que brotaban de ella y que podían ver en la obscuridad. El hecho de que muden la piel las asocia directamente con el rejuvenecimiento, el renacer y la vida, aunque al mismo tiempo representan a la muerte, ya que todo aquel que haya sido mordido por una serpiente moría.
Coatlicue es madre del dios Hutzilopochtli, entre otros dioses como Coyolxauhqui.
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