El nombre de los chaneques, seres de la mitología mexica, viene del náhuatl ‘los que habitan en lugares peligrosos’ o ‘dueños de la casa’.
Las cuales, son entidades asociadas al inframundo y aunque poseen diferentes aspectos, se caracterizan por ser hombres y mujeres pequeños, cuya principal actividad es cuidar los montes y los animales silvestres.
Principalmente estos seres habitan los bosques y selvas, cuidan de manantiales, árboles y animales silvestres.
Se cree que son capaces de asustar a la gente y hacerles perder su tonalli, el espíritu asociado con el día de su nacimiento de acuerdo al tonalpohualli (calendario mexica).
Sin embargo, si esto no es corregido mediante un ritual destinado a recuperar el tonalli perdido, puede ocasionar la muerte del individuo, dejando huellas blancas.
En la actualidad, en el Sureste de México, los chaneques son espíritus traviesos con aspecto de niños que esconden cosas y se aparecen a la gente distrayéndolos para hacerles perder el camino o desaparecerlos.
Por ejemplo una creencia popular era la de usar la ropa al revés al andar solo por el monte para evitar que los chaneques lo atraparan y se lo llevaran.
Los chaneques destinan parte importante de su tiempo a la realización de lo que a ojos humanos podrían ser travesuras, tales como aventar piedras, romper cosas, zarandear las hamacas, jalarle la cola a los perros, asustar a los animales de corral y llevarse objetos.
Asimismo su relación con la salud o ausencia de ella se manifiesta por el hecho de provocar enfermedades, especialmente aquellas referidas a la pérdida del alma.
No obstante, puede recompensar también al hombre con riquezas y buena fortuna.
Características de los chaneques
Se dice que son personas de aproximadamente un metro o metro veinte; tienen los pies al revés, el cuerpo deforme, poseen cola y carecen de la oreja izquierda, otros aseguran que son enanos con rostro de niños.
Algunos más aseguran que son personas de corta estatura, enorme cabeza y piel color chocolate. Pero la descripción más extendida es la que refiere que parecen niños pequeños y que, al igual que estos, adoran las travesuras.
Por su parte, los nahuas y popolucas del Istmo Veracruzano los clasifican en blancos o benévolos, y negros o enemigos malignos.
Los primeros viven en lugares cercanos a las pueblos y no hacen daño a los humanos, salvo que reciban algún daño por parte de ellos.
En cambio, los negros ubican sus viviendas en ríos de gran tamaño o en las selvas; tienen por costumbre raptar a los viajeros solitarios o provocarles caídas para robarse su alma, y estas almas son colocadas en unas ollas para ser devoradas posteriormente.
Dónde se encuentran estas criaturas
Por ejemplo en los Tuxtlas, Veracruz los chaneques se encuentran en dos grupos: los asociados al bien y al mal: los del primer tipo aparecen en zonas de habitación del hombre, mientras que los del segundo, sólo se encuentran en lugares apartados que no son perturbados por la actividad humana.
También los chaneques son descritos de diversas maneras, dependiendo del lugar donde habiten ya sea en cuevas, bosques, ríos, ruinas, montes, arroyos, zanjas, cerros, manantiales, lagos, lagunas, pozas, canteras y ojos de agua.
Por otra parte tienen la capacidad de ocasionar enfermedades a los seres humanos, basta que pasen suavemente su mano por el rostro de alguna persona por el “aire” que dejan a su paso.
Cómo se organizan
Los chaneques son los dueños de los montes, de los animales y las plantas. En la región de los Tuxtlas, están organizados bajo el mando del Chane o Chaneco, dios de la tierra y del agua, quien reside en el “Talogan”, “cantaxotalpan” o “ta’altampa”, el mundo subterráneo, donde la naturaleza es pródiga.
Los subordinados del Chane, los chaneques menores, viven en pareja y están casados; pueden ser benéficos para el hombre (chaneques blancos), o enemigos malignos (chaneques negros).
A su vez el Chane presenta ambas facetas: vela por los humanos, pero castiga a los pecadores, especialmente a los adúlteros, valiéndose de dos animales mágicos; el burrito lúpu’ti, y el gatito shúnu’ti.
El primero se les aparece a los adúlteros, que “se los come a lamidas”; el segundo se presenta ante las mujeres infieles, se convierte en tigre y las devora.
En ocasiones “encantan” a los niños y se los llevan a sus hogares; hay quien dicen que lo hacen para que convertirlos en sus sirvientes.
Algunas madres, para proteger a sus pequeños, les colocan amuletos tales como ojo de venado (semilla de color café) o cruces de palma, o les ponen la ropa al revés.