En la cosmovisión mexica la forma de la muerte era un factor fundamental para el destino que le deparaba al espíritu del difunto.
Los destinos eran 4 lugares:
1- Casa o cielo del sol
Estaba destinado a los guerreros muertos en combate o capturados para el sacrificio, así como para las mujeres muertas dando a luz por primera vez, que se consideraba como un combate.
2- Tlalocan
Conocido como el lugar de constante verano donde las plantas siempre estaban verdes, se destinaba a todos los que morían en relación con el agua.
3- Mictlán
Era el sitio adonde iban los que morían de cualquier otra forma de muerte no asociada a la guerra y el agua.
4- Chichihualcuauhco
Donde residían los niños muertos prematuramente, un árbol nodriza amamantaba a éstos hasta que se les destinaba volver a nacer.
Entidades Anímicas Mexicas
Tonalli
Ubicada en la cabeza del individuo.
Teyolía
Relacionada con el corazón, esta esencia era la que al morir y pasado algún tiempo, iba al lugar que le estaba destinado conforme a la forma de la muerte.
Ihíyotl
Entidad anímica relacionada con el hígado.
Tlaltecuhtli, devoradora/paridora
Independientemente de la forma de la muerte, los individuos tenían que ser devorados por el Señor/Señora de la tierra, es decir ser comidos por ella real y simbólicamente.
Poseedora de enormes dientes y colmillos, su función primordial era devorar la carne y sangre de los muertos.
Una vez que el individuo era devorado por la “vagina dentada”, pasaba a la matriz, en donde ocurría un rito de paso por medio del cual la esencia del individuo muerto sería parida para que pudiera emprender el viaje hacia el destino que se le había deparado.
De allí que la diosa tenga las piernas abiertas en posición de parto.
El destino de los guerreros
A los guerreros muertos en combate se les deparaba ir al Sol, tal como nos lo recuerda fray Bernardino de Sahagún.
Los cuerpos o sus efigies hechas de madera eran quemados, pero simbólicamente sus partes blandas y la sandre tenían que ser devorados por Tlaltecuhtli y el Sol. A este último se le destinaba el corazón del sacrificado para que se alimentara y no detuviera su andar, pues de lo contrario todo movimiento cesaría, lo que acarrearía la muerte de todo lo existente.
Para llegar al sol debían de pasar 80 días, pero para convertirse en colibríes, se necesitaban cuatro años.
A los cuerpos de los guerreros como al tlatoani (gobernante máximo) se les acostumbraba quemar. Una teoría de Lopez Austin dice que al convertirse en acompañantes del Sol, debían adquirir el carácter ígneo que es propio del astro, lo que se logra por medio del fuego y el humo que se eleva al cielo.
Tlalocan y el verano constante
Al Tlalocan se le consideraba, como se dijo, un lugar de verano constante al que iban todos aquellos muertos en asociación con el agua: ahogados, hidrópicos, leprosos, por un rayo, etc.
Allí residía Tláloc y sus ayudantes, los tlaloques.
Los cuerpos de quienes morían en aosiación con el agua se colocaban con las piernas encojidas ( en posición fetal) y eran envueltos con manta y adornados con papeles para formar el bulto mortuorio. Se les colocaba semillas de bledo en la quijada y sobre el rostro, además de pintarles con color azúl en la frente, relacionado con Tláloc.
En las manos se les ponía una vara y de esa manera eran enterrados para que la tierra (Tlaltecuhtli) realizará su función devoradora, y la putrefacción se presentaba de manera inminente como parte de este proceso.
El largo viaje al Mictlán
En cuanto al teyolia que iría al Mictlán, el Templo Mayor representa su siguiente parada, ya que como centro del universo y lugar por donde se asciende a los niveles celestes o se baja hasta el inframundo, representa los dos cerros o montañas sagradas que hay que atravesar para emprender ese viaje que dura cuatro años.
El Templo Mayor está formado por una dualidad vida/muerte, ya que de un lado se encuentra el adoratorio dedicado a Tláloc y del otro lado el de Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra.
Sahagún menciona cómo entre los pasos que llevan al Mictlán hay que atravesar dos cerros que chocan entre sí.
Los cuatro años que lleva completar el viaje de Tlaltecuhtli al inframundo es el tiempo que le toma a un cuerpo quedar en estado esquelético.
Después de cuatro años la esencia del difunto”se sale y se va a los nueve infiernos” según dice Sahagún. En cuanto a este último número, como dice Eduardo Matos Moctezuma se relaciona con los 9 detenciones menstruales para el nacimiento.
Este río de agua es el antecedente del líquido amniótico derramado antes del alumbramiento, y de allí la presencia del río que el alma debe cruzar guiada por un perro xoloitzcuintle.
Después del largo viaje se llega al último de los escaños del inframundo: el Mictlán. Aquí se encuentra el señor y la señora de la muerte Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, par de deidades descarnadas.
Allí quedan depositados los huesos de los muertos, tal como ocurrió en otros tiempos cuando Quetzalcóatl bajó al Mictlán a buscarlos para crear al género humano.
Fuente: revista Arqueología Mexicana, Edición Especial 52