El Bufo alvarius, un sapo endémico del desierto de Sonora cuyo veneno tiene unos potentes efectos alucinógenos, resurge como un importante psicodélico mesoamericano y que ahora, el pueblo Seri quiere rescatar como medicina efectiva para adicciones.
Su uso sagrado desde tiempos prehispánicos queda demostrado en la iconografía de sapos en templos religiosos. Todas estas representaciones de batracios estarían conectadas por su especie remanente: El Bufo alvarius, o sapo del río Colorado, una de las 400 especies de ranas mexicanas, que en unas glándulas detrás de la cabeza guarda una secreción que, deshidratada y después fumada, contiene un explosivo coctel de alcaloides psicoactivos, sobre todo, el 5-MeO-DMT.
Esta es una molécula presente en el propio cerebro humano pero en dosis bajas que al momento de suministrarlas, comienzan a circular por los receptores de la serotonina provocando breves pero agudísimos estados de alteración o rapto de la conciencia.
Bajo esta premisa, la investigación de un cirujano de Jalisco, Octavio Rettig, que trabaja desde 2011 en su uso terapéutico para casos de adicciones, ha llevado a cabo una investigación independiente, junto con el cineasta mexicanoamericano Leonardo Bondani, en el documental OTAC & The Ancient Sacred Medicine Ceremony, donde rastrean en las representaciones artísticas y restos arqueológicos el posible uso ritual de esta sustancia en las principales culturas mesoamericanas.
“Hoy en día solo tenemos remanentes de esta tradición, porque la colonización exterminó su práctica, pero debió haber sido muy importante para los humanos de la antigüedad. Se trata de la fuente más importante de triptaminas en la cadena de experiencias con enteógenos de los pueblos prehispánicos”, apunta Rettig en el filme.
Con respecto a esto, la investigación dice que el uso de sustancias alucinógenas en mesoamérica está bien documentada por la antropología, por ejemplo:
La escultura de Xochipilli “El Principe de las Flores” es la deidad mexica de las plantas medicinales, así como de los cantos, juegos, baile, belleza y arte.
En su representación más famosa aparece sobre un pedestal y el cuerpo con símbolos vegetales que han sido identificadas como distintas variedades psicodélicos naturales como hongos, tabaco, flor de cacao, toloache y otras.
La tesis de Rettig asocia alguno de estos símbolos al Bufo alvarius, figuras elípticas con rombos en su interior que corresponderían a la estructura de las glándulas dorsales de la rana.
Asimimo, la iconografía de ranas ha estado tradicionalmente vinculada a símbolos de fertilidad, por su asociación al agua.
La entrada al Templo Mayor el recinto más sagrado de Tenochtitlán, la majestuosa capital del imperio mexica, está flanqueada por dos ranas sonrientes esculpidas en basalto
“el croar de estos anfibios anunciaba la llegada de las lluvias. Durante la fiesta de la veintena de Tozoztontli, celebración relacionada con el maíz, las ranas eran vestidas de azul, para después ser sacrificadas y asadas”, dice el texto explicativo que acompaña las dos sapos sonrientes.
En la costa de Veracruz, un yacimiento religioso atribuido a los olmecas, llamado El Cuajilote, se aprecia otro sapo de piedra, orondo, de más de un metro de altura, aparece tumbado entre un temascal y la pista del juego de pelota en un yacimiento olmeca.
“Como parte del centro ceremonial, el espacio entre el temascal [una especie de sauna de vapor] y el juego de pelota, hablan de pasos rituales de iniciación o de transición. El propio temascal, que favorece la inhalación de estas sustancias, está ligado además al inframundo y de cierta manera es también la matriz que da luz a un nuevo guerrero”, comenta el arqueólogo e investigador del INAH Jaime Cortez que pudiera estar vinculado con prácticas místicas.
Por otro lado el friso de los Cuatro Reyes, en un templo maya en Campeche, tiene como imagen central una monstruosa y gigantesca figura con la base de un sapo sentado a dos patas, del que se superponen serpientes, brazos y cabezas humanas.
Diosa sapo
Cabe mencionar, que una de las representaciones más importantes de los sapos sagrados en la iconografía mexica es Tlaltecuhtli, la diosa mexica de la tierra, también conocida como la diosa sapo.
Una de sus estatuas, expuesta en el Templo Mayor tras ser hallada en 2006, está acompañada de conchas y restos marinos, un indicio de que hubo contacto con la zona costera de Sonora y lo más importante, se aprecia como una figura entre animal y antropomorfa con las piernas abiertas a horcajadas en posición de parto, pero también como una posición análoga a la fisionomía de los batracios.
Hoy en día, los chamanes seris recolectan, tratan y consumen la secreción del sapo Bufo alvarius como parte de sus rituales con cantos antiguos, como el llamado “rezo del sapo”, o el mito originario del cuacöj cuasol, el hombre amarillo, el primer habitante del desierto que les confirió el conocimiento de la tierra por medio de sus cantos y sus rezos y que está relacionado a Quetzalcoatl y Kukulkán como portadores de conocimiento.
El sapo Bufo alvarius hoy en día para la comunidad seri
El proyecto de Rettig también tiene como fundamento llevar de regreso este conocimiento ancestral perdido a su lugar de origen: las comunidades seris del norte de Sonora.
“Tanto ellos como el resto de los pueblos del desierto están íntimamente ligados con el Bufo alvarius desde que conocimos el fuego y comenzamos a cocinar los alimentos”.
Tras encontrarse con la medicina de la mano de un artesano californiano a mediados de la década pasada, este cirujano mexicano se instaló en la comunidad seri y comenzó a aplicarla en adictos a la metanfetamina.
“La comunidad me abrió la puerta al demostrar su efectividad. A la vez, ellos fueron enriqueciendo con su conocimiento ancestral y sus cánticos la metodología que yo venía aplicando”.