Un 2 de octubre de 2006 fue hallada “la devoradora de hombres” Tlaltecuhtli a los pies del Templo Mayor en la capital de la Ciudad de México, la pieza escultórica mexica de mayor tamaño hasta ahora.
Sus 4.17 metros de altura por 3.62 de ancho, con unos 40 centímetros de grosor y 12 toneladas de peso, la hacen incluso más grande que la famosa Piedra del Sol, o el monolito de Coyolxauhqui (la guerrera lunar) descubierta en 1978.
La “Señora de la Tierra” se encontraba donde los mexicas colocaron las cenizas de Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, una dinastía de tlatoanis que gobernó Tenochtitlán.
Se creía que al morir el Sol-tlatoani, éste iba a ser devorado por la Tierra al ocaso del astro rey por el poniente, rumbo del universo por el cual la diosa tenía dirigida su cabeza, mientras que su enorme boca y su posición de dar a luz son el preludio de lo que ocurrirá.
Después de que el soberano sea devorado por las entrañas de Tlaltecuhtli a través de ella volverá a nacer por el oriente al nuevo Sol, pero mediante la figura del sucesor de Ahuítzotl, Moctezuma II, según el Códice Telleriano-Remensis.
La leyenda de la devoradora de Hombres: Tlaltecuhtli
Esta Señora Tierra no solo tragaba a hombres por sus fauces, el Sol también era una de sus víctimas cada tarde.
Sin embargo, de la misteriosa deidad aún no se conoce un templo dedicado solo a su culto, tampoco ninguna fiesta mensual como a otras deidades.
Por otra parte, a pesar de que en esta representación tiene claras características femeninas también los mexicas le atribuyeron atributos masculinos, como cuando era Cipactli, el enorme lagarto que reinaba en la tierra devorando todo a su paso al principio de los tiempos, pero los hermanos Quetzalcóatl y Tezcatlipoca l0 sometieron para hacer al mundo un lugar habitable por los hombres.
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También Tlaltecuhtli era la responsable de enviar al fallecido a su lugar de destino, si era un guerrero sería el Sol; mientras que los que habían perecido por una causa relacionada al agua se iban al inframundo de Tláloc, el Tlalocan; o bien al Mictlan, para cualquier otra manera de morir.
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En varios códices podemos apreciar a la diosa de la tierra azteca engullendo un bulto mortuorio de diversos individuos.
Por lo que tenía una naturaleza de muerte y vida, siendo devoradora/paridora: el rito de transición que toda persona experimentará al ser tragado por la tierra para su destino final.